La Tertulia.

Soy aquello a donde me han traído todos los pasos que yo he dado desde que nací, e incluso, pienso que soy también aquellos que por miedo alguna vez no di. Pocas cosas me mantienen en calma, con el corazón tranquilo, y el alma sentada, y sin embargo ocurre, una vez más, como siempre, como nunca, y mi corazón late a paso de redoble de tambor, y mi alma no se contiene, ni un segundo más aguanta, que ya llegas, que ya estás muy cerca, mi querida Semana Santa. No es la cuaresma más que un mero trance de preparación para recibir como verdaderamente sentimos la semana de pasión; larga es la espera, lentos pasan los días de domingo de resurrección a Viernes de Dolores, y como se escapan de entre los dedos los suspiros que brotan en mi al verte, sentirte, olerte o tocarte. Supongo que no soy el único que siente temor al verte, porque sin llegar, ya te has ido, y sin abandonarnos jamás, a nuestro lado has estado, que de nosotros nunca te has separado. Para algunos, años, para otros, toda una vida trabajando sin descanso noche y día, tarde y madrugada, para que fueses tan bella como siempre, y lo serás, sé que lo serás, porque no cabe la derrota al verte aparecer en el portón del Convento, porque olvidamos el significado de tiempo cuando te adentras en el callejón de la hoz, porque tu silencio es lo único que me permite hablar, sin dar apenas ni una voz…


…te espero donde siempre, donde tú y yo sabemos, donde abrigas más que cualquier manta, donde nadie más entiende, mi querida Semana Santa.

                                                                                                            Samuel  Buitrago Rodrigez.




La burrica anunciadora.


El paseo se tiñe de todos los colores que nos ofrece la naturaleza: del morado de Los Dormis, del rojo del Cristo del Consuelo, del negro de La Agonía, del blanco de San Juan, del verde de Judas, y es que todas las hermandades confluyen en una misma procesión para dar la bienvenida a Jesús de Nazaret, que llega montado en su burra como es anciana tradición, las palmas agarradas por las manos de los niños que, entre caramelo y caramelo, son observados por toda una ciudad que no quiere perderse el auténtico milagro que es la Semana Santa, que nos parece que no llega, hasta que llega, ansiada por muchos, y nos inunda con las fragancias de sus flores e inciensos, con la música de sus bandas, y, por encima de todo, con su misteriosa pasión, de la que somos felizmente presos.
                                                                                                                                  Efraim Salmeróm



                                 El Infierno desde dentro:


En la madrugada del Sábado Santo las calles de Cieza son conquistadas por el fuego y las tinieblas del que debe recorrer el infierno para la salvación de la humanidad, y, con la luna como testigo, sólo un reducido grupo de hermanos acompañamos a Jesús en su descenso, el cual compartimos con ferviente devoción, bajo los verduguillos que hacen difícil la visión y asfixiante la respiración, rodeados de velas que nos queman las manos con la cera, enmudecidos por un voto de silencio que nos conmina a hacer una profunda reflexión sobre nuestras vidas, con sus luces y sus sombras, hasta que los albores de la mañana nos claman la expiación de nuestros pecados, de nuestra resurrección de entre los muertos, un año más.

                                                                                                                                       Efraim Salmerón




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